sábado, 3 de enero de 2009

Génesis circunstanciada


Estimado Sr. Arana:
Espero recuerde mi advertencia de llamarle por su honorable apellido públicamente y no lo tome como muestra de distanciamiento sino de respeto hacia su obra. No puede haber distanciamiento entre su insigne persona y su servidor, después de largos diecisiete años de amistad. Esos que iniciaron en la terrible circunstancia de la religiosidad. Cuando confieso públicamente haber sido monaguillo, la gente usualmente piensa que es una de esas bromas que nacen del fondo interminable de mi sarcasmo. Yo no aclaro nada, porque la verdad no necesita explicaciones. Y de esas épocas además del fuerte olor a incienso sólo recuerdo ese fatídico día en el que no había tomado un buen desayuno y dejé caer limpio en mi infantil estómago el vino de consagrar. La consecuente omilía fue la mejor que escuché en años al elocuente Constantino. Hablaba de cipreses y no sé qué más cosas, yo sólo recuerdo los árboles frondosos mecerse mientras el vino barato terminaba de quemar mi flora intestinal y acomodaba mi regordete trasero en la casulla que nos obligaban usar. De esos días a hasta la actualidad, es decir, el posmodernismo como gustan llamarle, el camino recorrido ha sido intenso y largo. Ahora, que he regresado a mi hábitat lo he podido analizar con más facilidad. Es una zona intensa en la que vivimos. Vaya, la zona cinco. La cantidad de bromas sobre nuestro origen que habremos tenido que aguantar! Qué si asaltábamos con tortilla tiesa, que si invadimos barrancos, en fin. Nada de eso me importó demasiado. Creo que hay muchísima honorabilidad en la zona cinco. En sus calles atiborradas de casas con colores chillantes sin jardín ni patio. Sobrepoblada de obreros: ya vé usted que el monumento por antonomasia de la zona cinco es el monumento al trabajo. Y de esta insigne zona, usted bien sabe que han salido artistas en cantidades industriales también. Será porque acá el vicio es algo normal. La de personajes que hemos visto! Yo mismo soy uno! Uno que se ha negado en parte: debería estar con los muchachos a la orilla de la tienda, bebiendo cerveza directo de la botella de un litro, mientras oigo a daddy yankee decir verdades sobre la vida. Sin embargo, nuestro camino ha sido distinto: no sé usted, pero hay días que me siento tal como lo sentenció Clint Eastwood al cura de Gran Torino, un tipo sobreeducado que cree en todas las supersticiones de las señoras. Yo creo en la metafísica. Y sobre ello, sobre esta dicotomía territorial, espiritual y generacional, erigiré junto a usted si me lo permite, las entradas del blog. Uno que gustosamente inaugré, para darle espacio a ese interminable afluente de ideas que nacen de nuestras reuniones conciliares, esas mismas que por honor me he negado a dejar guardadas en cualquier medio de almacenamiento magnético, gráfico o electrónico. Y también, por qué no, tratará de la vida en esta extensa ciénaga anacrónica que es la zona cinco. Para ilustrarlo, un vecino habla de tronarle el hocico a otro frente a mi ventana, mientras escribo este post. Por lo que sé que tengo que dejar de escribir, apagar el ordenador y espiar tras la cortina una de las mejores secuencias que el kung fu, estilo borracho, pueda dar. Permiso. Ya sonó el primer cato.

imagen: feviart

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