sábado, 17 de enero de 2009

¿Don Adolfo o Don Ovidio?


Siento utilizar esta plataforma para darle una mala noticia para la colonia Ferrocarrilera, aunque muy buena para mi. Antenoche, Alejandro mi hermano me contó que hace una semana falleció Don Ovidio.
Como usted bien recordará la Colonia Ferrocarrilera se fundó para todos esos hombres que entregaron su vida en la extinta Ferrocarriles de Guatemala, Fegua.

Entre ellos se sortearon las dos cuadras de casas que ellos mismos ayudaron a construir en el Gobierno de Arévalo. Entre ellos, estaba como bien recordarás, mi abuelo paterno que en gloria esté, Wenceslao Arana Chacón, sobrino nieto del expresidente Lázaro Chacón (1926-1930) y que a su vez fue tío en segundo grado de Carlos Manuel Arana Osorio quien fuera nuestro presidente del 70 al 74, al menos eso defendió hasta su muerte, y yo ya no me lo creo.
Él empezó a trabajar en esa empresa acarreando agua y termino como maquinista, trabajo que desempeñó hasta sus últimos días y que amó con pasión.
Pues resulta que uno de sus compañeros era Don Ovidio el cual vivió como a cien metros de la que casa que mi abuelo nos heredó. No sé si por la cisticercosis, enfermedad que creemos con mis hermanos que padecía, o porque, pero los últimos dos años de vida el señor fue problemático.
A mis hermanos y a mi siempre nos trató de ladrones, cada vez que aparecíamos en su camino nos decía “ladrones”, “no me vallas a asaltar que te vergueo” etc, etc. En realidad me causó mucho enojo su actitud, más no le ponía atención. Una vez me vio venir, me dirigía hacía mi casa, cuando de la cintura saca un machete blandiéndolo en señal de amenaza, fue entonces que pensé: “si me ataca le pateo las rodillas, se las quiebro, lo dejo chenco y ya no chinga a nadie”, sin embargo no pasó nada.
Eso no se iba a quedar así, por lo que decidí hablar con una de sus hijas. Vos no me dejarás mentir, la zona cinco es un lugar de altos contrastes, creo que es una de sus hermosas cualidades. Una de sus hijas es médico, supongo que muy importante por lo que de andar en un wolkwagen escarabajo saltó a usar una camioneta Honda muy parecida a las BMW. A ella le sigue una van con guardaespaldas. Claro te estoy hablando de un proceso de 15 años.

Traté de hablar con ella pero no pude. Me dispuse a abordarla y decirle, “Mirá ximena, tu papá tiene dos años de tratarme de ladrón, la semana pasada cuando me vio, sacó ese su machete cerote que no sé como dejan que use y me amenazó. Te lo digo porque sos una mujer de ciencia y por eso deberías de encerrar a tu papá en un asilo porque si se me deja ir, voy a responder y no quiero que haya mala sangre”.

Sin embargo nunca se lo pude decir y el mosh se me pasó. A veces me lo topaba en la camioneta, incluso hace tres semanas, subí al bus, me senté detrás de él, volteó a ver y se cambió de lugar. Así era el viejo cerote. La verdad la noticia de su muerte me alegró mucho. No porque despertase a la vida eterna de los cristianos, no. Estaba feliz porque era un viejo mierda menos que aguantar. Anoche vengo y le digo a mi hermano “Que buena mierda que se murió don Ovidio vaa... viejo mierda” a lo que me responde “No... quien se murió fue Don Adolfo, ese viejo cerote no chingla a nadie, Don Ovidio no, ese viejo mierda nos va a enterrar” quise reirme pero no me cayó en gracia.

Bueno ya no sigo, no te quiero quitar el tiempo. Entiendo que tu vida y sus roces con la ley es muy apretada, no vemos, feliz día.

Pie de foto. Un monumento en El Salvador, foto cortesía de Dina Alburez

domingo, 11 de enero de 2009

robocop

Ahora que menciona a los locos y la distinguida parroquia de San Juan Bautista, recuerdo la misa celebrada en ocasión del deceso de Robocop, el indigente que buscaba entre las hojas de los eucaliptos algo así como la vida que perdió. Yo lamenté no averiguar el origen de su locura reflejada en sus ojos verdes, antes de su muerte, provocada por el politraumatismo sufrido a consecuencia de atravesarse el boulevard sin ver nada más que el suelo y las hojas. Al menos eso nos hizo creer el párroco.
Y no fue sino hasta una tarde soleada de esas que se dan en nuestra zona cinco, cuando los futbolistas juegan a todo pulmón en las canchas de la Chácara, el Campo Marte y el Maracaná, que mi profundo error fue corregido:

Robocop estaba vivo.

Y cuando lo vi otra vez transitar por el camellón jardinizado del boulevard de Jardínes de la Asunción, con la mirada fija en el suelo, pensé que dios existía y se había acordado para mi mala suerte, de una que otra blasfemia que solté cuando me hundía entre las primeras sábanas húmedas con aquella muchacha que amé y no me amó, sino me deseó, por ser ella de una zona elitista y yo un simple salvaje de la mara five.
Tremendo susto me llevé.
Después, detuve mi Nissan Sunny 83 y decidí tomar rumbo a la parroquia a reclamarle al párroco. Sin embargo, me di cuenta de inmediato que mi plan era ilógico, pues los católicos creen en la resurrección.
Creo que robocop es un ungido.

sábado, 3 de enero de 2009

Putas y futbolistas


He encontrado en sus letras un estado de reencuentros para con su entorno. De la misma manera con que las cosas pasan por nuestras ventanas vemos como la zona 5 se desarrolla y crece en todo sentido, para bien o para mal.
Recuerdo que uno de los grandes estigmas de la zona 5 es que acá solo hay prostitutas y futbolistas. Nunca entendí por qué, si no juego fútbol, pero reconozco que si conozco unas cuantas que, según la moral podrían ser putas, pero para mi son solo mujeres que no quisieron dormir conmigo.
Así como han salido artistas han venido a descansar. Si no, recuerde cuantos artistas descasarán por la eternidad en el Cementerio Los Cipreses.
Creo que entre mis gustos más bizarros de infancia era jugar en el cementerio. No sé si usted recordará, pero Los Cipreses, siempre ha sido un lugar apacible tanto para vivos o muertos. Bueno recuerdo, una vez entramos un 31 de diciembre antes de la media noche a profanar un mausoleo pero no me ahogaré en narraciones de adolescentes irresponsables e insolentes.

No sé si llega a su memoria que estando inmersos en esos lares de la religiosidad de la iglesia San Juan Bautista, conocimos varios sujetos cuyas vidas vale la pena retratar, como Luisita, aquella mujer retranca que gritaba para todo y repetía todo lo que la gente decía. O el Coronel Solares, etc.
Creo que el estigma más grande con el cual nos vamos a topar es que el arrabal La Limonada, está en esta zona, motivo por el cual en algún tiempo se pensó que todos éramos breikeros ladrones.
Creo que he divagado demasiado como es mi costumbre, pero me parece positivo continuar con estos post que de buena fe, retratarán las vivencias y circunstancias que rodean a la zona 5.

Génesis circunstanciada


Estimado Sr. Arana:
Espero recuerde mi advertencia de llamarle por su honorable apellido públicamente y no lo tome como muestra de distanciamiento sino de respeto hacia su obra. No puede haber distanciamiento entre su insigne persona y su servidor, después de largos diecisiete años de amistad. Esos que iniciaron en la terrible circunstancia de la religiosidad. Cuando confieso públicamente haber sido monaguillo, la gente usualmente piensa que es una de esas bromas que nacen del fondo interminable de mi sarcasmo. Yo no aclaro nada, porque la verdad no necesita explicaciones. Y de esas épocas además del fuerte olor a incienso sólo recuerdo ese fatídico día en el que no había tomado un buen desayuno y dejé caer limpio en mi infantil estómago el vino de consagrar. La consecuente omilía fue la mejor que escuché en años al elocuente Constantino. Hablaba de cipreses y no sé qué más cosas, yo sólo recuerdo los árboles frondosos mecerse mientras el vino barato terminaba de quemar mi flora intestinal y acomodaba mi regordete trasero en la casulla que nos obligaban usar. De esos días a hasta la actualidad, es decir, el posmodernismo como gustan llamarle, el camino recorrido ha sido intenso y largo. Ahora, que he regresado a mi hábitat lo he podido analizar con más facilidad. Es una zona intensa en la que vivimos. Vaya, la zona cinco. La cantidad de bromas sobre nuestro origen que habremos tenido que aguantar! Qué si asaltábamos con tortilla tiesa, que si invadimos barrancos, en fin. Nada de eso me importó demasiado. Creo que hay muchísima honorabilidad en la zona cinco. En sus calles atiborradas de casas con colores chillantes sin jardín ni patio. Sobrepoblada de obreros: ya vé usted que el monumento por antonomasia de la zona cinco es el monumento al trabajo. Y de esta insigne zona, usted bien sabe que han salido artistas en cantidades industriales también. Será porque acá el vicio es algo normal. La de personajes que hemos visto! Yo mismo soy uno! Uno que se ha negado en parte: debería estar con los muchachos a la orilla de la tienda, bebiendo cerveza directo de la botella de un litro, mientras oigo a daddy yankee decir verdades sobre la vida. Sin embargo, nuestro camino ha sido distinto: no sé usted, pero hay días que me siento tal como lo sentenció Clint Eastwood al cura de Gran Torino, un tipo sobreeducado que cree en todas las supersticiones de las señoras. Yo creo en la metafísica. Y sobre ello, sobre esta dicotomía territorial, espiritual y generacional, erigiré junto a usted si me lo permite, las entradas del blog. Uno que gustosamente inaugré, para darle espacio a ese interminable afluente de ideas que nacen de nuestras reuniones conciliares, esas mismas que por honor me he negado a dejar guardadas en cualquier medio de almacenamiento magnético, gráfico o electrónico. Y también, por qué no, tratará de la vida en esta extensa ciénaga anacrónica que es la zona cinco. Para ilustrarlo, un vecino habla de tronarle el hocico a otro frente a mi ventana, mientras escribo este post. Por lo que sé que tengo que dejar de escribir, apagar el ordenador y espiar tras la cortina una de las mejores secuencias que el kung fu, estilo borracho, pueda dar. Permiso. Ya sonó el primer cato.

imagen: feviart