Por si no te has dado cuenta utilizo el patio de mi casa para empezar a escribir. Como lo he dicho antes, es un canal entre la civilización y yo. Como recordarás en mi casa hay un naranjo, un lima y una granada. Son los únicos árboles frutales. Hoy me entretuve viendo a Matilde, la gata de la casa, como jugaba sobre el sillón del patio. Pero en un instante se incorporó y se agazapó, seguí su mirada, buscaba lo que la mantenía alerta. En eso vi como el murciélago daba una ronda más sobre el naranjo y salía en vuelo. Espectacular, fue una película muda. El silencio ese silencio envolvente. Creo a eso le llamaré inspiración.
Fue entonces que recordé, sea por magia, por intuición, o meramente un motivo innecesario para traer a la memoria cuestiones que parecen insignificantes, como cada vendedor de helados, afilador de cuchillos o zapatero ambulante, guardan una única cosa en común. Todos ellos en su voz resguardar y aprisionan a la ciudad, se puede escuchar el eco vacío y ensordecedor de Guatemala, de la zona 5 durante las tardes, aquellas largas tardes de desempleo.
Recuerdo una ocasión que unos ladrones trataron de asaltar a uno de estos sujetos. Creo que fue a un afila cuchillos de a pie, porque los había también en bicicleta. Dicen, porque yo no lo vi, que él tomo un cuchillo que guardaba entre el cincho y con él, marcó el rostro de uno de los ladrones. El otro se asustó y salió corriendo junto al ahora, ladrón marcado por siempre.El tiempo pasa y ellos se extinguen. Incluso hubo aquellos que reparaban ollas de peltre. Ahora , ausentes como son, creo que estos fantasmas de la cotidianidad ya solo habitan en mi cabeza. Pero lo sé, la zona 5 no eran la única con estas cualidades, aunque a veces, solo a veces, así lo parezca.